De conformidad a la composición etimológica del nombre, se trata de un monstruo marino zoomorfo, mitad "cuchi", cerdo, y mitad "vilu", culebra, de donde puede inferirse los atributos que le son inherentes. Habita en las playas fangosas de las islas. Por las noches abandona su guarida para hozar los corrales pesqueros. Se le reconoce sin necesidad de vérsele, por los rastros dejados en la arena y por el gruñido característico, idéntico al de un chancho doméstico. Este ejemplar tan extraño puede ser divisado únicamente por los brujos. No es aconsejable bañarse en las aguas por donde ha pasado, pues se corre el riesgo de cubrir el cuerpo de "chincheños" (sarna).
La explicación acerca de este ser monstruoso podría encontrarse en la presencia tan frecuente de cerdos a orillas del mar en busca de alimentos. En tales incursiones los marranos isleños suelen introducirse en los corrales de pesca. Para desenterrar las tacas, choritos o navajuelas, revuelven la arena con el hocico. No siempre se limitan a enterrar por la boca del corral. Lo hacen tambien rompiendo el cerco y la rotura se carga a la cuenta del Cuchivilu.
Es posible que alguien haya visto a la distancia en un atardecer brumoso algunos de estos cerdos costeros en su tarea dentro de un corral. Mas, si se arrastraba consigo un pez o una jibia el cuadro se prestaba para pensar en el temible Cuchivilu. En cuanto a la sarna que cubre el cuerpo de quienes se bañan en las aguas frecuentadas por el Cuchivilu, no es de extrañar. Se trata por lo común de playas fangosas y la pobreza de algunas islas hacen posible la propagación de la sarna, sobre todo entre los niños.
En el Cuchivilu se ha reunido en un solo ser, a dos de los animales de características bien singulares: el cerdo, voraz y cochino, y la culebra, sigilosa y traicionera. De esta fusión o cruce ha resultado este monstruo repulsivo, atentatorio a los intereses de la comunidad insular.
La presencia de este sujeto mítico de doble conformación es por consiguiente, una consecuencia obligada tanto por la geografía como por el espíritu fatalista de sus creadores. El Cuchivilu comparte, o mejor dicho, disputa a los humanos una buena porción de sus recursos alimenticios de origen marítimo. Agrava en esta forma los escasos productos ofrecidos por los ciclos naturales de mareas; de ahí la aversión con que se le mira.
Fuente: Libro Tesoro Mitológico del Archipiélago de Chiloé de Narciso García Barría.
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